viernes, 4 de marzo de 2011

Irrespetuosa.

    Mi problema era no respetar a nadie; porque de verdad pensaba que nadie se merecía mi respeto. Tan así era, como que la gente crea que debe admirar a alguien sólo porque sale en un programa de televisión. El respeto se gana y se merece; puedes obviarlo o abusar de él, pero nunca debería llegar sólo porque estás en un lugar visible. Insisto: ganátelo y merécetelo.
    No por esto se debe pensar que me comportaba como una persona desagradable o incorrecta. No. Toda mi falta de respeto consistía en despreciar lo suficiente a la autoridad como para no pedir ayuda ni consejo. Lo que, después entendí, sólo me perjudicaba y me hacía asumir la completa responsabilidad sobre mi ausencia o presencia de conocimientos. Pero, contrario a lo que podría pensarse, mi falta de respeto generaba admiración. Claro que ellos nunca se imaginaron que mi autonomía era sólo una falta de respeto, pero sí, lo confieso, así era.