miércoles, 27 de julio de 2011

Preocupada.

     Ya no quiero estar despreocupada.
     Tal vez la idea de ser inmortales no sería tan mala si con ello nos ahorramos las muertes y torturas injustificadas. Tendríamos que ser inmunes al dolor y permanecer intactos ante las injurias físicas. Sería como al final de la primera película de "Los piratas del Caribe", una pelea épica hasta el fin de los tiempos. Entonces, ¿se encontrará la verdad en la palabra y los acuerdos llegarán más rápido?
     ¿Debemos llegar, para mejor, al estado de robots que se comportan como humanos pero sin su agotamiento físico? Como el final del libro "Recuerdos del futuro" de Robert J. Sawyer.
     Tal vez igual encontraríamos la forma de humillarnos. Es la naturaleza humana.

lunes, 18 de julio de 2011

Ahora.

     Mi vida se ha vuelto monótona y, de eso, nada creativo puede salir. Los dramas no son para contarlos y, aún menos, los chistes patentados de las series que veo. La vida se reduce a este espacio insatisfactorio, pero real, que debo moldear cada día para que se parezca un poco a la felicidad. Ni cerca, pero DEBE intentarse.
     Odio no poder indentar en este espacio.
     A ratos pienso escribir aquí cada simple momento, como si mi vida dependiera de estos destellos de conciencia, para no enloquecer. Pero no alcanzo, mi ánimo no se adentra más allá de unas pocas razonables ideas al día y, tal vez, sólo una es concretada. Si es que. Tampoco duermo siempre, tampoco estoy en blanco, pero los momentos realmente necesarios casi no existen.
     Organizar es desde siempre parte de mi vida, pero no la realización de lo que organizo. Postergar, procastinar, aplazar. El acto no se realiza.

miércoles, 13 de julio de 2011

La ciudad en llamas.

     Tal vez apropiada para estos tiempos:

     En aquella época llovía todo el tiempo. Como si la naturaleza se entristeciera por lo artificial y se empeñara en el agua y el frío.
     Las calles inundadas, los perros vagabundos muriendo de frío y la gente en sus casas. Ajenas, tibias, ignorantes y cobardes.
     Un grupo de unos veinte jóvenes, incansables, hambrientos, quemando neumáticos en las calles desiertas, húmedas. No sé cómo soportaban el viento helado y la lluvia, recorriendo la ciudad con su arsenal.
     La luz provenía sólo de aquellas fogatas. El cielo oscurecido de nubes, las luces de las calles rotas. La gente en sus casas, encerrada, amurallada; tranquila.
     Tampoco me explico cómo el viento y la lluvia no apagaban aquellos fuegos. Tal vez la naturaleza veía una forma de destrucción de lo artificial en esas llamas.
     La ciudad en llamas.
     Ellos decían: "En algún momento deberán salir y escucharnos", mientras recorrían sin descanso la ciudad, atizando los fuegos. Hacían turnos para dormir un poco en algún sitio o para buscar algo qué comer en las tiendas desiertas.
     La ciudad les pertenecía. Una ciudad saqueada, esquelética. Una ciudad sin identidad ni nombre ni autoridades. Sin guardias, sin niños, sin ruido. Una ciudad desgastándose, perdiéndose, olvidándose.
     La ciudad en llamas.
0214062005