miércoles, 16 de agosto de 2017

Las naranjas son manzanas difíciles de comer.

He pensado sobre las metas que tengo.
A veces resulta difícil seguir adelante sin un objetivo; a veces resulta difícil seguir adelante con un objetivo, que sabemos no se podrá cumplir. Las metas deben ser motivantes, tanto como posibles. Si no, podemos ser esclavos de nuestros sueños y el aterrizaje forzoso provocado por un fracaso puede destruirnos para siempre. Porque, por mucho que sigamos caminando, el dolor provocado, a veces, nunca se desvanece. Hablo desde la impresión sobre otras historias, sin conocimiento de causa, imprudentemente, siendo ignorante del sentimiento, pero no por eso más feliz.
Hay otros riesgos; a fines del año pasado, tuve esta idea en mi mente: “ya tengo lo que quiero”. La sensación de vacío que provoca el cumplimiento de un objetivo, también es un peligro. Habría que armar una cadena (que es algo que más o menos hice este año), en donde nunca te quedes sin metas. Porque la falta de objetivo puede ser tan destructiva, como el fracaso de uno.
Finalmente, tal vez lo más importante: “si quieres lograr algo, una cuadra no debe hacer la diferencia”. Esto es lo más. Porque puedes encontrar un obstáculo, pero no por eso usarlo de excusa para no perseguir lo que quieres. A veces no vemos una meta clara, pero no por eso debemos permitir que eso nos abrume y nos impida llegar a un objetivo. Sin olvidar que debe ser un objetivo posible, sin soñar más allá del sol.
Lo último, último que diré: aún así, prefiero las naranjas.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Tomar el control.

Tomar el control implica no escribir una entrada dos días después del plazo. Pero algo de descontrol hubo, a pesar del control que quiero tener.
La rutina que empezó con listas hace casi quince años (sí, digámoslo, ha pasado tanto tiempo), parece concretarse con el tiempo. No sé si más sabia, pero más resuelta, más decidida a tomar el control, que las cosas sucedan y sucedan cuando yo quiera.
Hay traspiés (como éste), pero no por eso desmotivación. Eso es lo importante. Con los años también se aprende que las expectativas son una parte muy absurda de la realidad, pero que finalmente la capacidad de manejarlas es lo que da la victoria.
También lo dije, estoy dispuesta a tropezar, derechamente, y caerme. Porque no hay que temerle a fallar, sino a no ser capaz de continuar después de eso.
Juro solemnemente que la próxima entrada será en agosto.