Sé lo que quiero; aunque lo sé, es importante repetirlo. Repetirlo hasta no querer más que lo que quiero y no hacer más que lo que quiero.
Ya no hay lista. La vida no se define en año nuevo, ni en abril, ni en agosto, ni octubre, ni diciembre. La vida no se definió en febrero.
Por eso damos botes, todos los días. Si no se define, no existe. Si no hace ruido, no existe. Si no se hace, no existe.
Definamos.
Es importante asumir primero que no podré hacer todo lo que quiero. Es importante asumir que podremos seguir sólo un camino y sólo uno. Nada de ilusiones sobre lo que podría ser. Es o no es. Y sólo es uno.
Repetir hasta aprender.
Sólo aprender una habilidad. Sólo una. Pretendo saber más, pero sólo sé que nada sé. No me esforcé por aprender. Pero todavía puedo aprender. Una y sólo una habilidad.
Definir cuál. ¿Me gusta lo que soy? ¿Me gusta lo que pienso ser? En verdad, ¿qué pienso ser?
Definamos. Definamos que soy incapaz de definir. Pero debe intentarse.
Presión. Presionar. Presionada. Presionando. Te culpo porque soy incapaz de culparme.
Todo al revés.
Mato las prioridades. Las defino, las ordeno, las aclaro, las manejo, las sopeso. No las hago. Pero están ahí. Luego no están. Vienen otras que son las mismas, pero las defino de nuevo. Las ordeno, las aclaro, las manejo, las sopeso. No las hago, de nuevo.
Hoy mi prioridad nunca estuvo definida.
Asumiendo hechos irrefutables. Explicar lo obvio.
Así se matan las prioridades y se muere la vida.
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