En el silencio de una noche en la ciudad,
caminé. La lluvia mojó las calles en el día pero a esta hora puedes ver la luna.
Está casi llena, tal vez mañana o pasado. La calle desciende y está desierta.
Silencio de una noche en la ciudad.
Entonces aparecen ellos. En un vehículo
grande, que me parece monstruoso; me persiguen. Corro, llego al puente y salto
hacia el río. Me sostengo y me quedo en un pequeño espacio que curiosamente hay
bajo el puente. Sólo caigo de forma horizontal. Ya he estado antes aquí.
Sé lo que quieren. Astutamente dejo caer mi
mochila. Sólo ropa. Ellos se asoman y la ven. No hacen nada. Suponen que me
sumergí y me separé de la mochila. Sé lo que quieren, lo llevo siempre conmigo.
Mi mochila no les sirve de nada. No sospechan dónde estoy en realidad.
Rápidamente alguien se coloca a mi lado.
No, es algo.
Instantáneamente desenfundo mi arma y la
inserto en el puerto USB de su brazo derecho, más próximo a mí. Es la primera
vez que la uso, pero no dudo. La desactivación es inmediata. No hay
convulsiones, ni pestañeo alguno. Simplemente se apaga. Es el virus, letal para
ellos, que buscan. Es lo que quieren de mí. Ahora lo tendrán.
Octubre 2008
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