lunes, 1 de mayo de 2017

No quiero tener un millón de amigos.

Todos los años, en año nuevo, recibo diversos saludos. No por su contenido, sino por su origen: la fuente. Me enorgullezco de las múltiples actividades que he realizado, pero no de la permanencia en ellas, porque no existe. Así, he generado múltiples vínculos. Si tuviera que hacer una lista de todas las caras y momentos que hay en mis recuerdos, no sé si podría con tantos nombres. No los recuerdo todos; algunos quisiera, otros no. También para algunos estoy en la lista de “quisiera”, para otros estoy en la lista de “no”. En algunos casos, muy pocos, esas caras y momentos han perdurado, por eso recibo diversos saludos. Estas son fuentes permanentes, sin listas por hacer; recuerdo nombres, caras y momentos. Aún así, en mis año nuevo, no hay iniciativa. No voy yo de ventana en ventana, de llamada en llamada, de muro en muro, dejando saludos. Replico, porque es lo correcto por hacer, pero es una corrección aprendida. No viene naturalmente una intención de saludo, porque yo no quiero tener un millón de amigos. ¿Razones? Creo que lo principal es el tiempo invertido y lo secundario, la forma de relacionarme. El tiempo, porque dar atención a tantas personas todo el tiempo, sería agotador. Mi cariño es completo, si me preocupo por alguien quiero estar en todo aspecto, ¡aunque las distancias son las mismas! Entonces no puedo, no quiero estar a medias marchas, no quiero darte un cuarto de tiempo, cuando me necesitas a tiempo completo. Hay excepciones -dos o tres excepciones, tres o cuatro excepciones-, donde podemos querernos en espacio de tiempo. Pero no es lo ideal, porque así no estamos en las duras y las maduras; estamos en un limbo que va desde un estado a otro, que no alcanza a ser nada, un espacio desabrido, sin dulce ni amargo. Esto es lo secundario, es decir, esta no es la forma en que me gusta relacionarme. Si sabré sólo un cuarto de tu dolor, si podré sólo acompañarte en tus mejores momentos un tercio de las veces, si de los momentos cruciales sólo seré testigo un octavo del tiempo, si vivirás al máximo sesenta años y yo sólo veré dos meses, no quiero tener un millón de amigos.
Me conformo con dos o tres, me conformo con tres o cuatro.

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