Me llevé tu manzana, Ryuk. Pero no la comí, la dejé en mi ventana y ahí está, intacta. No ha cambiado su apariencia.
Robar es placentero. Lo he notado en varios actos de vandalismo que he cometido, los cuales no juzgo, de los cuales no me arrepiento. Robar información personal, preguntándotelo, pero sin que sepas que es un robo, es reconfortante. Por casualidad las cámaras en la calle cruzan los ojos de los transeúntes y, en una milésima de segundo, puedes robar información, un momento. Si corres tras él, puedes tener más. Y perder diez mil pesos de paso. Eso lo sé.
Pero hay otros robos, menos placenteros. Robos sin diversión, sólo por el orgullo de
guardar un trofeo. Los almaceno, uno tras otro. Finjo que me importan, pero no, sólo importa el orgullo, importo yo. Sentirme rodeada de victorias (que no son tal), completa el ego. Pasaron años para darme cuenta de esto y ahora, que lo verbalizo, ¿qué? Acepto que tengo vicios, el primer paso, ¿cuál era el siguiente?
(Por diciembre).
(Por diciembre).
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